Mensaje de Monseñor García a los Jóvenes...

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Queridos muchachos, queridas chicas:
¡Muy feliz Pascua! ¡Feliz resurrección!
¡Feliz encuentro con Jesús Resucitado, nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida!

Durante la celebración de la semana Santa experimentamos como un golpe traicionero la muerte de un joven de 17 años al que conocían muchos en Ramos Mejía. Al toque, nos volvió a golpear el accidente en Haedo, que también llevó a la muerte a un joven de 19 años,mientras quehay otros tres que siguen peleando por sus vidas.  Y estos son sólo algunos casos;seguramente hubo muchos otros que no llegaron a ser noticia. Sin ir más lejos, el Viernes Santo mientras hacíamos el Vía Crucis por uno de nuestros barrios a las tres de la tarde,  vimos un chico de no más de 16 años tirado al borde la ruta y abrazado un asiento de auto roto, totalmente “pasado de rosca”. Nadie se asombraba demasiado porque parecía parte del paisaje habitual.
Y esto no es para pinchar la alegría de la Pascua, sino para darnos cuenta de la necesidad que tenemos de vivirla en serio y a fondo. El desafío está, es bien urgente y exigente.
Si estuvieronen la misa del día de Pascua escucharon como uno de los que se acercó a la tumba era un joven: Juan. Él también era uno de  los seguidores de Jesús que estuvo al pie de la cruz y fue testigo de la muerte del maestro y de otras muertes. Sin embargo no se resignó, corrió al sepulcro, creyó y se hizo testigo de la Vida. No se fue a comer pochoclos después de haber visto un lindo espectáculo. Se dio cuenta de lo que significaba hacerse testigo del Crucificado, ahora Resucitado. Si su muerte lo quebró, su resurrección lo empujó; ya no podía ser el mismo de antes.
También para ustedes, queridos chicos y chicas, hay un llamado.Es la hora,en esta historia nuestra de cada día de ser testigos de Cristo, y por eso testigos de la Vida. Testigos del que lo dio todo en un madero por un amor entrañable a todos los hombres, pero sobre todo al hombre en el dolor. Testigos del que fue levantado del sepulcro y se puso en pie marcando un rumbo claro y gritándonos que el amor: “ni la misma muerte lo puede matar”.
Testigos de que hay alguien que abrazado por el Padre, nos abraza también a nosotros  porque nos ama. Testigos de que alguien nos quiere, que nos mira, se involucra y acompaña nuestro andar, muchas veces a los tumbos.
Jesús resucitado nos llama a ser  testigosque comuniquen la experiencia de la Buena Nueva del Evangelio: esa manera nueva de ver las cosas desde los ojos de Jesús. Testigos quemuestran una nueva manera de pensar, de sentir, amar actuar, como lo hizo Jesús. Testigos que se animan a un nuevo estilo de vida que se convierte en cuestionamiento de otros estilos de vida, que terminan siendo estilos de muerte.
Anímense a entrar en la escuela del Maestro para aprender a vivir. Anímense a dejarse mirar por Él y a sentirel fuego del amor verdaderoque nos quema y que necesita llevarse a los otros para que esa llama siga ardiendo.
Anímense a vivir una vida que no tiene límite, una vida abundante y buena. Anímense a pensar algo grande para sus vidas, es la única manera de no caer arrastrados por la pavada existencial que achica la vida.
Jesús resucitado les dice: no tengan miedo, abran su corazón, entreguen su vida con radicalidad a una causa que vale la pena, la causa del Reino.
Anímense a la vida en serio, a leer la vida en clave de vocación. Cuando descubrimos nuestro lugar en el mundo y en la historia, nada  nos puede parar y somos capaces de  pelear, sangrar y  amar con locura porque descubrimos la manera de ser cada día más nosotros mismos y de hacer cada día más luminoso el mundo que Dios nos regaló.
¿Se animan? Dios no falla, Jesús vale la pena.
Un abrazo
Mons. Eduardo García
Pascua 2015

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