Celebrada por nuestro Obispo diocesano, mons. Eduardo García y concelebrada por los presbíteros Mauricio Cardea, Basilicio ´Bachi´ Britez y Claudio Pulli, la ceremonia inició a las 18:00 hs.
A continuación compartimos la Homilía de mons. Eduardo García:
Nos sentimos inestables, nos movemos un
poco y sentimos que todo se nos viene abajo. Sin embargo, a pesar de eso, poder
estar juntos y poder pedir esto lo que somos…
Mientras miraba un poquito pensaba en
Jesús hablándole a la gente, como en el Evangelio de hoy; lejos de toda la
fantasía que nos presenta la televisión con Moisés donde aparecen millones y
millones de personas cruzando el Mar Rojo, salvando las distancias, Jesús
también estaba con un puñadito de personas que lo seguía, como nosotros y se
puso a enseñarles.
No les dijo nada
sacado de algún libro magistral sino que trató de ayudarlos a descubrir la
enseñanza que va trayendo la vida, y como desde la vida misma que es mucho más
sabia que toda sabiduría que trata de interpretarla, hacerles descubrir lo que
estaban viviendo.
Es un ejemplo propio del lugar, un ejemplo campesino. ¿Ustedes
quieren saber lo que va a pasar en el futuro? Les dijo-, entonces miren la
naturaleza: con el retoño, con las flores ya ahí podemos ir descubriendo lo que
va a pasar. Descubran los signos, así como vemos un retoño y vemos un fruto y
sabemos que hay un árbol; o al revés también: vemos un árbol y sabemos que por
esta etapa del árbol va a florecer, aprendan también a descubrir ahí la vida.
Seguramente lo miraron como diciendo ¿qué nos quiere decir este hombre?
Las
cosas tienen un tiempo y una maduración necesaria, fundamental. Y siempre lo
que esperamos del futuro, porque todos esperamos cosas del futuro, está
encerrado en germen en el presente. No
hay futuro posible sin un presente real.
No hay esperanza en que las cosas sean distintas sin un presente en
el cual nos animamos a que las cosas sean distintas.
Jesús nos invita a no
vivir en cierta magia frente al futuro y cierta cosa de navidad de Papá Noel, en
la qué nos sentamos a esperar a que venga y cumpla aquellos deseos que
humanamente no podemos. No, Jesús no es Papá Noel y Dios menos. Dios nos pone
justamente la vida, para que en la vida vayamos construyendo ese futuro que él
auspiciosamente nos va regalando y en el cual justamente esta felicidad que él
quiere para nosotros, la pone en
nuestras manos.
Nada pasará por magia ni de golpe. Dios es sabio. Las
cosas cuando vienen de golpe a veces nos empachan y no sabemos como usarlas. Valoramos
las cosas que somos capaces de ir amasando cada día desde el esfuerzo del
trabajo, desde la conciencia, desde la responsabilidad, desde el empeño, las
aprendemos a querer, a valorar y hacer
crecer un poco más.
Que distinto es el ramo de rosas que nos regalan al rosal
que plantamos. No es el mismo cariño, no es la
misma responsabilidad, no es la misma fuerza. Los dos son bellos, los
dos seguramente pueden tenernos a nosotros como dueños pero no los cuidamos con
el mismo amor. Porque en el rosal plantado por nosotros sabemos de tiempo,
sabemos de dedicación, sabemos del agua necesaria y sabemos también del sol que
no es nuestro ni podemos darlo y que necesitamos.
Por eso hoy estamos acá,
desde este deseo justamente de crecer. No
de cualquier manera, no como un yuyo en
medio del campo, sino crecer como esa planta que Dios riega
constantemente para que dé frutos verdaderos. Como esa planta que crece fuerte
donde se pueden cobijar los hombres para que les de sombra y porque también el
fruto alimenta.
Es lo que el Papa nos invita a pedir, haciéndose eco del clamor
de tantos pueblos. Pedimos por el Techo, pedimos por la Tierra y pedimos por el
Trabajo.
Lo digo desordenadamente porque
si bien necesitamos de la Tierra, necesitamos del Techo y necesitamos del
Trabajo. A veces para tener la Tierra necesitamos el Trabajo primero y una vez
que tenemos la Tierra podemos tener el techo; y una vez que tenemos el Techo
después necesitamos que vengan las papeletas para que ese pedazo de Tierra sea
nuestro Techo. Estas ´tres T´ que son sagradas. Porque lo son, no tienen que ser el capricho, el
regalo o la limosna de algún político de turno sino el derecho de todo hombre
bien nacido en este mundo, que tiene el derecho a vivir, a pisar la Tierra, a
sentirla suya para poder trabajarla, necesita cobijarse y cubrirse y tener el
lugar donde sus hijos crezcan y su familia pueda ser feliz, sentarse a la mesa; es un derecho
inviolable y sagrado sentir que sus manos son útiles y que está construyendo y
transformando la historia y el mundo. Y eso lo pedimos. Se lo pedimos a Dios,
fuente de todo Bien, de toda Razón y de toda Justicia para que ilumine los
corazones de quienes manipulan la historia, manipulan el trabajo; limosnean a
los hombres, haciéndoles sentir que están pidiendo lo que no es propio, a quienes
se sienten unos magnates regalando aquello que les sobra; no son dueños.
La
tierra es fundamentalmente de aquel que lo trabaja, pero más que todo de aquel
que lo necesita. Aquellos que tienen en sus manos la decisión de poner un gancho
para que haya cosas que se realicen, que descubran que todo pasa en esta vida;
y que es bueno también ir cosechando desde ahora lo que esperamos recibir un
día en el cielo. Y aquel que niega por “caprichismo´, ´politiquería barata´ o a
veces por cosas un poco raras el derecho a otro que tenga un Techo digno, que
vaya pensando que jamás va a tener una casa en el Cielo.
Pidamos también para
que aquellos que están manipulando muchas veces desde la economía, que es una
picadora de carne… y acá podemos decir que nuestras pequeñas economías son un ´Tramontina´ oxidado, que antes de picar, hiere, lastima y enferma; que se dé
cuenta que la mortaja no tiene bolsillos.
No se puede especular libremente con
la vida, con la necesidad, con el dolor… o especular a veces arbitrariamente con
ciertas concesiones que hacen que los hermanos se vuelvan contra los hermanos y
no puedan trabajar juntos construyendo aquello que es de todos. Le pedimos a
Dios eso. No le pedimos a Dios lo que él ya nos dio. Porque nos dio la
posibilidad de trabajar, herramientas y Tierras para todos, Él nos dio la
posibilidad de que seamos capaces de tener un Techo.
Aquellos que se piensan que son dueños porque
les toca administrar estas cosas, que descubran que simplemente son aquellos
que tienen que dar lo que han recibido gratuitamente para que otros puedan
vivir y recobrar, de hecho, la dignidad
que nunca tendrían que haber perdido.
Pidamos entre todos para poder trabajar
´estas tres T´, no solamente para nosotros sino también para los demás. Como decía el Martín Fierro: ´los hermanos sean unidos
porque esa es la ley primera´. Que en el fondo el poder conseguirlo y trabajar
sean espacio de Comunión y no de división, de unos contra otros, sino de todos
juntos, para que el grito se transforme en clamor y el clamor llegue a Dios y Dios mueva los corazones de
aquellos que tienen que realizarlo.
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