Misa de los trabajadores – 30 de Abril 2015
Plaza de San Justo
Lectura de la segunda carta de San Pablo a los Tesalonicenses.
Cuando
estábamos con ustedes, les decíamos que quien no quiera trabajar tampoco tiene
derecho a comer. Pero nos hemos enterado de que hay entre ustedes algunos que
no quieren trabajar, y que se la pasan metiéndose en asuntos ajenos. A esas
personas les llamamos la atención y, con la autoridad que el Señor Jesucristo
nos da, les ordenamos que trabajen para ganarse la vida, y que dejen de
molestar a los demás.
1 En cuanto a ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el
bien. Aléjense de cualquier miembro de la iglesia que no obedezca lo que
ordenamos en esta carta, para que le dé vergüenza. Pero no lo traten como a un
enemigo, sino repréndanlo como a un hermano.
EVANGELIO
X
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (14,
13-21)
Cuando Jesús oyó lo que le
habían hecho a Juan el Bautista, subió a una barca y se fue a donde pudiera
estar solo. Cuando la gente de los pueblos cercanos supo que Jesús se iba, lo
siguió por tierra.
Jesús bajó de la barca y vio que allí había una gran cantidad de gente.
Entonces tuvo compasión de ellos y sanó a todos los que estaban enfermos.
Cuando ya empezaba a atardecer, los discípulos se acercaron a Jesús y le
dijeron:
—Este es un lugar solitario, y se está haciendo tarde. Dile a la gente
que se vaya a los pueblos y compre su comida.
Jesús les contestó:
—Denles ustedes de comer.
Los discípulos respondieron:
—Pero no tenemos más que cinco panes y dos pescados.
Jesús les dijo:
—Tráiganlos aquí.
Luego de ordenar que la gente se sentara sobre la hierba, Jesús tomó los
cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Después
partió los panes y se los dio a los discípulos, para que ellos los repartieran
a la gente.
Todos comieron hasta quedar satisfechos. Y cuando
los discípulos recogieron los pedazos que sobraron, llenaron doce canastas. Los
que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Palabra del Señor.
ÌÌÌ
·
Nos acostumbramos a ver el hambre, a pesar de que es un indicador de un mundo absurdo, de una cultura que se olvida del hombre.
Mientras haya hambre en el mundo, mientras se tolere, se especule con el hambre
de los pueblos y de los hombres será impensable la paz, la justicia, la
libertad, la solidaridad, la felicidad. Todos los hombres queremos vivir y con
una vida abundante; por lo tanto buscamos el pan que nos mantiene en la vida.
·
El pan no
es sólo lo que vemos, tocamos y comemos, sino que en él se amasan dolores,
trabajos, sueños, alegrías etc., el alimento no es sólo el que ingerimos para
mantener nuestra vida biológica. Queremos vivir y de acuerdo con nuestra condición de hombres; por eso
tenemos hambre y sed de paz y de justicia, de orden y de libertad; hambre de la
compañía auténtica que da la amistad o el amor, hambre de fidelidad, de poder
confiar tranquila y serenamente. Hambre de educación que nos quite la ceguera
de la ignorancia que arrastra tantas esclavitudes. Sin embargo, para los que
tienen hambre física, estas otras hambres son un lujo. Pero son también hambres
terribles, que inutilizan a gran parte de la humanidad.
·
Jesús no se acostumbró a ningún hambre. La muchedumbre lo venía
siguiendo, llegó a aquel lugar despoblado donde Él se había retirado. Tenían
hambre: hambre de salud, de trabajo, de educación, de paz, de libertad… de pan.
Jesús ante el hambre del pueblo siente “compasión".
Y ahí nomás, se puso a curar a los enfermos que habían llevado. Pero el hambre
no se hace esperar; es tarde y no tienen qué comer. Jesús nuevamente se “compadece”
y le pide a los discípulos que ellos mismos les den de comer. Encargo, para los
discípulos, con sabor a mandato, a pesar de que parezca un sinsentido.
·
De los discípulos se hace oír la respuesta previsible: “que se
arreglen”, que cada uno vaya a comprarse lo que necesitan, porque sienten la impotencia de llevar adelante el
pedido de Jesús.
·
Jesús no
acepta la razonable dificultad y mandó a la multitud a que se recostara en la hierba. Después toma los
cinco panes y los dos pescados, alza la mirada al cielo, pronuncia la bendición
judía como lo haría un padre de familia y se los dio a los discípulos; los
discípulos a su vez se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar
saciados.
·
Podemos
quedarnos boquiabiertos en el gesto cuasi mágico, digno de una película de
Hollywood, con un Dios paternalista que saca del problema sin que nadie tenga
arte ni parte, ni tampoco responsabilidad; o también podemos pensar en un Dios
Padre, que en Jesús nos muestra la clave para una vida de hombres protagonistas
de la historia y solidariamente responsables de sus hermanos.
·
A mí me
gusta pensar en la segunda. Prefiero pensar y creer en un Dios que contagia la
compasión ──no la lástima── que hay en el corazón de su Hijo Jesús. Prefiero
pensar en esos cinco panes y dos pescados ──muy poco para tanta gente── pero
que hacen brotar del corazón de cada uno lo mejor.
·
Me gusta
pensar que los ancianos dijeron mirando al resto: “nosotros podemos tirar un
poco más, ya vivimos demasiado, que coman los que todavía tiene que andar
criando una familia”. Y que los padres y madres de familia ──como lo hacen
muchas veces── dijeron: “que coman nuestros hijos que tienen la vida por
delante”. Y también los jóvenes dijeron:
“nosotros tenemos aguante, que coman primero los chicos”; y a su vez los chicos
en medio de sus juegos y afecto dijeron: “que coman primero los abuelitos”. Y
así el círculo del amor y la solidaridad siguió dando vueltas y ese poco pan y
los pocos pescados alcanzaron y sobraron...
·
Se recogieron los trozos sobrantes y se llenaron doce canastos. Lo que tenemos, aunque sea poco, si es compartido,
siempre es abundante. Sólo hace falta “cambiar la dirección de la mirada”.
·
Cada uno
de los que estaba ahí dejó de mirarse mezquinamente, viendo si podía sacar la
mejor tajada, para mirar compasivamente, con conciencia de pueblo, de familia
con un destino común, para ayudarse codo a codo para alcanzarlo.
·
Los dones
que Dios le ha regalado a esta bendita tierra argentina son abundantes, y si no alcanzan es porque
todavía es grande la mezquindad.
Falta el pan y el trabajo en muchos hogares porque falta la compasión en muchos corazones.
·
Se le echa
la culpa a la crisis económica global, o nacional o la que fuere; pero las
crisis no son una epidemia que nos agarra de golpe y porrazo. La crisis
primeramente es ética, espiritual y humana, y su consecuencia es económica.
·
La crisis
económica empieza con la crisis del corazón interesado, especulador, egoísta,
inescrupuloso y mentiroso. La crisis tiene nombre, apellido y cuenta bancaria.
·
Por eso
venimos a pedir lo que necesitamos, pero a lo grande; vamos a pedir para todos
los hombres de buena voluntad un corazón compasivo, y una mente que sepa mirar
bien. Un corazón de pueblo que busque el bien para todos y que no traicione a
sus hermanos. Todos podemos ser traicioneros cuando no hacemos lo que se nos
confía: desde el trabajo más pequeño hasta la responsabilidad más grande,
pasando por todos los escalones.
·
El hambre y la desnutrición de los
chicos, y la mortalidad infantil tienen sabor a traición. El desempleo juvenil
y la guita fácil de la droga de muchos jóvenes tienen sabor a traición. La
inseguridad, la violencia y el robo, que muchas veces empieza para llevar el
pan a la mesa, tienen sabor a traición.
·
Pedimos
que aquellos que tienen por vocación mirar el bien de todos apuesten a la
esperanza para recrear una cultura del trabajo que sea fuente de dignidad. El trabajo
dignifica, cuando además de ser el medio legítimo del
sustento del trabajador y de su familia, es
el medio que le permite su desarrollo integral como persona. No sólo es
trabajo esclavo el que se realiza a las sombras y en la ilegalidad, sino
también es aquel que no le permite a los hijos gozar de tiempo con sus padres,
que fractura las familias, que impide crecer. Las personas no son cosas, ni
piezas de una máquina, aunque muchas veces también se funden y se las tira.
·
Pedimos que haya empresarios que
apuesten a la esperanza y se arriesguen a
invertir para garantizar la ocupación y no pretendan aumentar la
rentabilidad, a costa del achicamiento del mercado laboral, que crea nuevos
excluidos y más sobrantes.
·
Pedimos trabajadores
esperanzados y conscientes que luchen por sus derechos, pero que sean
responsables de sus obligaciones. Los derechos deben ser respetados y
promovidos. Las obligaciones deben ser cumplidas con espíritu de
responsabilidad y autoexigencia. Trabajar responsablemente no tiene que ser una
carga o un castigo; es la oportunidad de mejorar, de contribuir con la
comunidad a la que pertenecemos y de cumplir con nuestra vocación. Los
trabajadores no son simplemente mano de obra, son las manos de Dios en la obra
de construir un mundo mejor para todos.
·
Quiero también pedir y
que pidamos por algo que me duele y que nos duele a todos, algo que aparece
como una epidemia del corazón que enferma la sociedad y nos clausura el futuro.
Quiero pedir que trabajemos cada uno desde su lugar para que la droga no marque
el ritmo de la vida de nuestro pueblo. Si hoy está entre nosotros y sentimos que
ha venido para quedarse es porque no sólo hay productores, sino también
cómplices y quienes hacen la vista gorda traicionando al pueblo y a sus propias
familias; porque mañana sus hijos, nietos o hermanos son los que pueden caer en
la maraña de lo que ellos mismos hacen. No dejemos que nos roben la
esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes. Cuidémonos los unos a los
otros. Estemos particularmente cerca de los más frágiles y pequeños. Trabajemos
por una cultura del encuentro y la solidaridad como base de una revolución
moral que sostenga una vida más digna (CEA 2013).
·
Nos reunimos a pedir por
el trabajo, por la unidad, por un sueño. Cuando soñamos solos caemos en la
tentación de la fantasía, cuando nos animamos a soñar juntos, pero sobre todo
unidos, deja de ser sólo sueño para ser un ideal, un proyecto.
·
Queremos pedirle al Papa
que visite este suelo matancero como lo hizo en 1987 san Juan Pablo II, para
reafirmar nuestra vocación trabajadora y constructora de una sociedad que crece
por el esfuerzo de todos y cada uno. Pero no queremos una visita que se quede
en “la foto o en la placa del recuerdo anecdótico". Queremos que su visita
sea portadora de la bendición de Dios sobre nuestro pueblo que quiere seguir
trabajando y queremos ofrecerle el regalo de un proyecto en el cual demostremos
nuestra vocación por el bien común, nuestras ganas de servir a los más débiles
y desamparados de la sociedad. Nuestro regalo y nuestra ofrenda pobre para que
en las manos de Dios se multiplique en vida buena para muchos hermanos. Ese es
nuestro compromiso.
·
Ponemos en las manos de
San José, el trabajador sincero y silencioso, el padre de familia, el hombre
con corazón de pueblo y arraigado a su pueblo que se animó al desafío de Dios,
nuestro sueño simple y sencillo y nuestra oración confiada.
·
San José, carpintero santo que criaste a Jesús mirándote trabajar, es muy simple lo que te pedimos para nuestra patria
trabajadora:
o Que no nos quedemos entrampados en la crisis, nuestro pueblo puede
superarse y tener la vida buena que necesita cuando cada uno aporte lo mejor de
sí haciendo lo que tiene que hacer.
o Te pedimos que nuestra Iglesia evangelice y no vegete,
o que el gobierno, gobierne con magnanimidad,
o que los senadores y diputados legislen como servicio al pueblo,
o que los colegios eduquen para la vida,
o que la universidad enseñe, y que los estudiantes estudien para servir
desde la propia vocación,
o
que los
trabajadores trabajen, y trabajen con alegría,
o
que los
partidos actúen en clave de nación y que las diferencias no nos dividan,
o
que el
compromiso supere al eslogan,
o
que las
instituciones sirvan al país, las leyes se apliquen y la justicia sea pareja
para todos.
·
Te lo
pedimos poniendo en nuestras manos la pobreza de los cinco panes y los dos
pescados, de nuestra firme voluntad de ser nación y de trabajar por una patria
más grande para todos.
+ Eduardo
Horacio García
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